jueves, 2 de mayo de 2019

HISTORIA UNIVERSAL I clase o clase

ALGUNAS NOTAS ACERCA DE LA NARRACIÓN
A largo del cuatrimestre hemos citado y referido diversas conceptualizaciones sobre la naturaleza de la narración, el narrador, la narratología y el arte de narrar. Aquí una somera enumeración de citas.

Walter Benjamin (1936). “El narrador”.
El narrador pertenece al grupo que forman los maestros y los sabios. Él conoce el consejo, pero no limitado a algunos casos –como lo hace el refrán–, sino para muchos –como el sabio–. Pues el narrador puede apoyarse en toda una vida. –Pero una que no sólo incluye la propia experiencia, sino también la ajena: por cuanto él asimila lo que ha oído decir junto a lo propio–. Su talento es poder narrar su vida; su dignidad, poder narrarla toda. Narrador es el hombre al que la larga mecha de su vida se le podría consumir completamente en la suave llama de su narración. Pues en esto se basa ese halo sin duda incomparable que, en la obra de Léskov, como en Hauff, o como en Poe o como en Stevenson, rodea suavemente al narrador. Pues el narrador es la figura en la cual el justo se encuentra consigo, finalmente.

Mieke Bal (1990). Teoría de la Narrativa (Una introducción a la Narratología) 
La Narratología es la teoría de los textos narrativos. Una teoría se define como conjunto sistemático de opiniones generalizadas sobre un segmento de la realidad. Dicho segmento de la realidad, el corpus, en torno al cual intenta pronunciarse la narratología, se compone de textos narrativos. En realidad debería ser posible afirmar que el corpus se compone de todos los textos narrativos y sólo de aquellos que lo sean. Uno de los primeros problemas al adelantar una teoría es la formulación de las características con las que conferir límites a ese corpus. Aunque todos tienen una idea general de lo que sea un texto narrativo, no es ciertamente siempre sencillo determinar si un texto dado debería o no considerarse como tal (…)
Un texto es un todo finito y estructurado que se compone de signos lingüísticos. Un texto narrativo será aquel en que un agente relate una narración. Una historia es una fábula presentada de cierta manera. Una fábula es una serie de acontecimientos lógica y cronológicamente relacionados que unos actores causan o experimentan. Un acontecimiento es la transición de un estado a otro. Los actores son agentes que llevan a cabo acciones. No son necesariamente humanos. Actuar se define aquí como causar o experimentar un acontecimiento. La afirmación de que un texto narrativo es aquel en que se relata una historia, implica que el texto no es la historia. Si dos términos tienen claramente el mismo significado, es preferible descartar uno de ellos. Lo que se quiere dar a entender con estos dos términos se ve claramente ilustrado con el ejemplo siguiente.
Todo el mundo en Europa está familiarizado con la historia de Pulgarcito. Sin embargo, no todo el mundo ha leído esa historia en el mismo texto. Hay distintas versiones; en otras palabras, hay diferentes textos en los que se relata la misma historia. Existen diferencias notables entre los diversos textos. Algunos se consideran literarios y otros no; algunos se pueden leer en voz alta a los niños, otros son demasiado difíciles. Evidentemente los textos narrativos difieren entre sí aunque la historia que se relate sea la misma.
Cabe usar de nuevo el ejemplo de Pulgarcito para ilustrar la siguiente distinción, entre historia y fábula. La diferenciación se basa en lo que distingue a la secuencia de acontecimientos de la forma
en que se presentan dichos acontecimientos.

Paul Ricouer (1989).  La vida un relato en busca de narrador.
Tomaría como punto de partida para la travesía de esta zona crítica las palabras de un comentarista: las historias se cuentan y no se viven; la vida se vive y no se cuenta. A fin de aclarar esta relación entre vivir y contar, propongo que examinemos, en primer lugar, el acto mismo de relatar.
EL PROCESO ESTRUCTURANTE DE LA INTRIGA
Definiría de manera muy general la operación de la intriga calificándola como una síntesis de elementos heterogéneos. ¿Síntesis entre qué y qué? En primer lugar, síntesis entre los acontecimientos y los incidentes múltiples y la historia completa y una. Desde este primer punto de vista, la historia tiene la virtud de extraer una historia de múltiples incidentes o, si se prefiere, de transformar los incidentes múltiples en una historia. En este sentido, un acontecimiento es más que algo que ocurre, quiero decir, algo que simplemente sucede; es aquello que contribuye al progreso del relato así como a su comienzo o a su fin. Correlativamente, la historia relatada siempre es más que la enumeración, en un orden simplemente serial o sucesivo, de los incidentes o los acontecimientos que organiza en un todo inteligible.
La reunión de todos estos factores en una historia única hace de la intriga una totalidad que se puede denominar a la vez concordante y discordante (esa es la razón por la cual yo hablaría de buen grado de concordancia discordante o de discordancia concordante). Se puede lograr una comprensión de esta composición por medio del acto de seguir una historia: seguir una historia es una operación muy compleja, guiada sin cesar por expectativas acerca de la continuación de la historia, expectativas que corregimos a medida que se desarrolla la historia, hasta que coincide con la conclusión. Señalo al pasar que volver a contar una historia revela mejor esta actividad sintética que funciona en la composición, en la medida en que nos sentimos menos cautivados por los aspectos inesperados de la historia y prestamos mayor atención a la forma cómo se encamina hacia la conclusión.
Ahora podremos ocuparnos enteramente de nuestra paradoja de hoy: las historias se relatan, la vida se vive.
(...)Es el acto de lectura quien realiza la obra, quien la transforma en una guía de lectura, con sus zonas de indeterminación, su riqueza latente de interpretación, su posibilidad de ser reinterpretada de maneras siempre nuevas en contextos históricos siempre diferentes. A esta altura del análisis, ya podemos entrever cómo se pueden reconciliar el relato y la vida, pues la lectura misma es ya una forma de vivir en el universo ficticio de la obra. Desde ese punto de vista, podemos decir ahora que las historias se narran, pero también se viven en el modo de lo imaginario. Sin embargo, ahora es necesario rectificar el otro término de la alternativa, aquello que denominamos la vida. Hay que cuestionar la falsa evidencia según la cual la vida se vive y no se narra. Con respecto a esto quisiera insistir en la capacidad pre-narrativa de eso que llamamos una vida. Lo que hay que cuestionar es la ecuación demasiado simple entre la vida y lo vivido. Una vida no es sino un fenómeno biológico hasta tanto no sea interpretada. Y en la interpretación, la ficción desempeña un papel mediador considerable. A fin de franquear el camino a esta nueva fase del análisis, debemos insistir en la mezcla de acción y sufrimiento, actuar y padecer, que constituye la trama misma de una vida. Esta es la mezcla que el relato pretende imitar de manera creadora. En nuestra evocación de Aristóteles omitimos, en realidad, su definición del relato: es, dice, la “imitación de una acción”, mimesis praxeos.

Ricardo Piglia (2007). El arte de narrar.
En un sentido todos somos narradores, todos somos expertos en la narración, todos intercambiamos historias. Todos somos narradores y todos sabemos narrar, con mayor o menor pertinencia y calidad. Un día en la vida de cualquiera de nosotros es un día hecho también de las historias que contamos y nos cuentan. Los relatos que contamos y nos cuentan a lo largo de un día podrían muy bien ser uno de los registros de nuestra experiencia.
Seguramente yo volveré a Buenos Aires y mis amigos me dirán: “Bueno, contame” (como decimos en el Río de la Plata), y ese pedido es una de las grandes exigencias sociales. Estamos siempre convocados a narrar, estamos siempre recibiendo la solicitud de contar qué hemos hecho en el momento en el que estábamos ausentes y, por lo tanto, todos en ese sentido ejercemos la narración, todos sabemos lo que es un buen relato. ¿Y qué sería un buen relato? Una historia que le interesa no sólo a quien la cuenta, sino también a quien la recibe.
Un buen ejemplo es el relato de los sueños. El que cuenta un sueño afronta los problemas que tienen los narradores que creen que las historias que les interesan a ellos les van a interesar a todos, porque claro, cuando uno cuenta un sueño, cuando uno dice “soñé con la casa de mi infancia”, eso tiene para el narrador una significación extraordinaria, porque uno recuerda muy bien lo que era esa casa de la infancia, pero hay que saber transmitir ese sentimiento. Entonces, un buen narrador no es solamente el que tiene la experiencia, el sentimiento de la experiencia, sino también aquel que es capaz de transmitir al otro esa emoción.
Contar historias es una de las prácticas más estables de la vida social. Siempre se han contado historias y se seguirán contando, y si pensamos en el futuro, estoy seguro de que la narración persistirá, porque la narración es el gran modo de intercambiar experiencias. Y aquí tendríamos que distinguir entre experiencia e información. La narración es lo contrario de la simple información. Está siempre amenazada por el exceso de información, porque la narración nos ayuda a incorporar la historia en nuestra propia vida y a vivirla como algo personal.
La narración es uno de modos más estables de uso del lenguaje. Algunos incluso piensan que la narración está en el origen del lenguaje. Narrar sería la condición de posibilidad de ese acontecimiento —un poco enigmático, un poco milagroso— en el que surge el lenguaje; podríamos
de hecho imaginar que el lenguaje se constituye como tal a partir de la narración. Se usan las palabras para nombrar algo que no está ahí, para reconstruir una realidad ausente, para encadenar los acontecimientos, establecer un orden, reconstruir ciertas relaciones de causalidad. En ese sentido, podemos pensar a la narración como una historia de larguísima duración. Siempre se han contado historias. Pero, ¿cómo empezó la historia de la narración? Podemos inferir un comienzo. Imaginar cuál fue el primer relato. Podríamos escribir un relato sobre cómo fue ese primer relato.
Podemos imaginar que el primer narrador se alejó de la cueva, quizá buscando algo, persiguiendo una presa, cruzó un río y luego un monte y desembocó en un valle y vio algo ahí, extraordinario para él, y volvió para contar esa historia. Podemos imaginar en todo caso que el primer narrador fue un viajero y que el viaje es una de las estructuras centrales de la narración, alguien sale del mundo cotidiano, va a otro lado y cuenta lo que ha visto, la diferencia. Y ese modo de narrar, el relato como viaje, una estructura de larguísima duración, ha llegado hasta hoy.

Pero podríamos pensar que hay otro origen del acto de narrar. Entonces podríamos imaginar que el otro primer narrador hasido el adivino de la tribu, el que narra una historia posible a partir de rastros y vestigios oscuros. Hay unas huellas, unos indicios que no se terminan de comprender, es necesario descifrarlas y descifrarlas es construir un relato. Entonces podríamos decir que el primer narrador fue tal vez alguien que leía signos, que leía el vuelo de los pájaros, las huellas en la arena, el dibujo en el caparazón de las tortugas, en las vísceras de los animales, etc.

Trabajo práctico Nº1 de Narrativa Universal I (América)
1) Mirar la película Zona sur del director boliviano Juan Carlos Valdivia. https://www.youtube.com/watch?v=xAK0Ah4EpMQ
2) El investigador y docente mexicano Lauro Zavala en su trabajo “La representación de la violencia en el cine de ficción” delimita el campo de su modelo de estudio definiendo a la Estética del cine como: “el conjunto de estrategias audiovisuales que provocan un efecto específico en la sensibilidad de los espectadores”. Para luego referir que: “la Estética de la Violencia (en el cine) puede ser definida como el conjunto de estrategias audiovisuales que provocan un efecto específico en la sensibilidad de los espectadores al construir mecanismos de representación de la violencia.”
El filósofo esloveno Slavoj Žižek en su libro Sobre la violencia. Seis ensayos marginales reflexiona acerca de los distintas formas de violencia objetiva y subjetiva: “La oposición a toda forma de violencia — desde la directa y física (asesinato en masa, terror) a la violencia ideológica (racismo, odio, discriminación sexual)— parece ser la principal preocupación de la actitud liberal tolerante que predomina hoy. Hay una llamada de socorro que apoya tal discurso y eclipsa los demás puntos de vista: todo lo demás puede y debe esperar. ¿No hay algo sospechoso, sin duda sintomático, en este enfoque único centrado en la violencia subjetiva (la violencia de los agentes sociales, de los individuos malvados, de los aparatos disciplinados de represión o de las multitudes fanáticas)? ¿No es un intento a la desesperada de distraer nuestra atención del auténtico problema, tapando otras formas de violencia y, por tanto, participando activamente en ellas? Según cuenta una conocida anécdota, un oficial alemán visitó a Picasso en su estudio de París durante la Segunda Guerra Mundial. Allí vio el Guernica y, sorprendido por el «caos» vanguardista del cuadro, preguntó a Picasso: «¿Esto lo ha hecho usted?». A lo que Picasso respondió: «¡No, ustedes lo hicieron!». Hoy día muchos liberales, cuando se desatan explosiones de violencia como las que se han producido de un tiempo a esta parte en los suburbios de París, preguntan a los pocos izquierdistas que aún creen en una transformación social radical: «¿No fuisteis vosotros los que hicisteis esto? ¿Es esto lo que queréis?». Y deberíamos responder, como Picasso: «¡No, vosotros lo habéis hecho! ¡Este es el verdadero resultado de vuestra política!».
Hay un viejo chiste sobre el marido que vuelve a casa después del trabajo pero algo más pronto de lo habitual y encuentra a su mujer en la cama con otro hombre. La mujer, sorprendida, exclama: «¿Por qué vuelves tan pronto?». Y el marido replica, furioso: «¿Qué haces en la cama con otro hombre?». A lo que la mujer responde: «Yo he preguntado primero, no intentes escabullirte y cambiar de tema». Del mismo modo, respecto a la violencia la tarea es precisamente cambiar de tema , desplazarnos desde el SOS humanitario desesperado para acabar con la violencia hasta el análisis de otro SOS, el de la compleja interacción entre los tres modos de violencia: subjetiva, objetiva y simbólica [...]”
Siguiendo la línea conceptual trazada en los fragmentos:
a) ¿De qué modo(s) aparece representada la violencia en la película de Valdivia?
b) Una vieja máxima vinculada tanto a la política como al arte literario/cinematográfico reza que: “el verdadero mensaje está en la forma”. Asociar esta afirmación con la película referida.



Los trabajos serán entregados al correo electrónico del docente: hernanocantos@gmail.com
Fecha última de recepción: 20 de mayo de 2019
Formato de presentación: tipografía times new roman número 12, interlineado 1,5, párrafo justificado.



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Clases 1 y 2

Primeros trazos en Narrativa I 2019
Primeros dos sábados a la mañana. Colegas de variadas disciplinas nos acompañan en este nuevo camino del postítulo. Mismo lugar, mismo horario, mismo amor. El mismo mismo loco afán.
Focalizamos en el tema del cuento y sus posibilidades. También en sus versiones fílmicas. Y nos preguntamos, tal como Cornelia frente al espejo, qué somos. De allí el juego inicial que es lo que dejamos como muestra de los dos primeros encuentros.


Consigna: tomen un texto considerado NO LITERARIO y conviértanlo en LITERARIO. 
Texto no Literario
Ekos cuida tu piel
La pulpa de maracuyá rosa ofrece hidratación inmediata para tus manos. Con aceite de maracuyá rico en omega 6 de textura suave y fragancia refrescante que ofrece rápida absorción e hidrata por 24hs.

Texto Literario
Cuidame, cuídate
Sé mi pulpa
de rosa maracuyá.
Hidrátame las manos
y el alma
y todo...
Yo seré tu aceite
rico en omega 6.
Juntos texturemos
un mundo suave.
Y aromemos con fragancias refrescantes
esta realidad.

Otra versión que había escrito es este microrrelato que incluye la poesía anterior:
Sentado en el parque el leía un libro y recordaba las tardes compartidas cuando de pronto una voz aterciopelada atrapa su atención:
Cuidame, cuidate
Sé mi pulpa
de rosa maracuyá.
Hidrátame las manos
y el alma
y todo...
Yo seré tu aceite
rico en omega 6.
Juntos texturemos
un mundo suave.
Y aromemos con fragancias refrescantes
esta realidad.

Los transeúntes emocionados prorrumpen en calurosos aplausos que la poeta emocionada recibe con humildad. En la soledad de su banco, él llora finas lágrimas rosas de maracuyá.


Patricia Gugasián


Matute el pizzero

Nada era como antes. Ese maldito silencio abrumaba y envolvía la noche. Sólo el ruido de las hojas secas se hacía presente en esa oscura calle del barrio. Matute era uno de esos pizzeros que acostumbraba a hacer de todo: atendía la caja, cobraba y cuando era necesario, hacía los repartos entonando algún tanguito de los antes, de aquellos que te cuentan el penar del pasado.
Dicen las buenas lenguas, claro, también los paladares, que Matute hacía las mejores pizzas del barrio, de la ciudad y algún que otro exagerado, del país. Hasta han llegado a decir que Matute ha tenido un encuentro con Mefistófeles en la profundidad del horno. El alma por la mejor pizza de todos los tiempos, dicen.
Matute fue un astuto comerciante. Sus promociones lograron que los comensales se abarrotaran en el local en busca de alguna promoción que llenara sus expectativas.  Tenía la más exóticas pizzas. Desde las ya clásicas de muzzarella, jamón y morrones, hasta las más raras como la de dulce de leche, kiwi, banana, brote de soja o la pizza de chocolinas.
Aquel esplendor llegó a su fin. Matute veía que en poco tiempo, los comensales dejaron de comprar. Sus vecinos comerciantes empezaron a cerrar sus locales. Ese ruido espantoso de persiana baja aturdía día tras día a Matute.
“Hasta pronto y mucha suerte”, fue lo último que lo escuchó decir a Jacinto, el último caramelero de la cuadra que pasó a despedirse luego de más de treinta años en el rubro. Un fuerte abrazo y un susurro al oído fue el final de esa amistad.
Había quedado sólo, muy solo en esa calle que supo ser ruidosa de gente, autos, niños que correteaban de un lado a otro y pidiendo que sus padres le compraran algún que otro juguete o caramelo.
Ya nada queda. “Matute, Matute, Matute” fue el constante repiqueteo de voces desesperadas que pedían ser atendidas en la mejor pizzería del barrio.
El día llegó. El final fue triste. A las 20 y 45 de la noche del día siete de mayo, Matute atendió a la última persona. Predispuesto, confiado que todo iba a cambiar, Matute prestó su mejor sonrisa, su cara bonachona sirvió de mucho. Carismático como pocos, iba repasando mentalmente lo que iba a ofrecer. No dudó en hacer rebajas extremas donde ningún mortal podía dejar de desaprovechar.
Muy atento, Matute al ver entrar a un señor de unos cincuenta años, desgarbado, de barba tupida y caminar lento, se cuadró y le dio la bienvenida:
- Muy buenas noches señor, usted acaba de entrar a la mejor pizzería del barrio. Acá se hacen las cosas más ricas, con dedicación y sobre todas las cosas, con los precios más bajos del mercado. Verá que será feliz luego de haber degustado nuestras pizzas. Dígame, vamos, pida, le haremos un descuento que le va a sorprender.
- Muchas gracias señor, pero podría darme unas monedas y un pedacito de pizza.
Nadie supo de Matute. Algunos dicen haberlo visto sucio, escuálido y hablando sólo por las calles de Monte Castro. Otros, señalan que sale por las noches a corretear gatos negros. Algunos, más confiables, lo vieron canturrear tanguitos nostálgicos en la puerta de El Fortín por un pedazo de pizza para sobrevivir.

Álvaro Rosado Castillo


El boleto de colectivo

            En el suelo. Podía confundirse con cualquier papelito que la gente “por descuido”, arroja al caminar. Pero no. Como queriendo escaparse de una semi-huella de pisada con barro, se leían las palabras “…cienda por atrás $ 0,80”.
            La frenada fue casi abrupta. ¿Qué es lo que veían mis ojos? ¿Cómo 80 centavos? ¿Desde cuándo un boleto de colectivo no tenía ese valor? ¿Desde cuándo no existen más las máquinas expendedoras que tragaban las monedas y escupían un papelito rectangular que en general uno descartaba?
            Eran muchas las preguntas que saturaban mi cabeza esa fresca mañana de abril. ¿Quién habría conservado un boleto tanto tiempo para tirarlo ahora en esa vereda rota? ¿De qué año sería? Porque la pisada tapaba justo la fecha impresa, como un incentivo del destino para las almas detectivescas, amantes de August Dupin o Sherlock Holmes.
            Con la intención de develar este imprevisto misterio, levanté el boleto y traté de sacarle la tierra. La marca parecía añosa, aunque el papel se conservaba bastante bien para tener por lo menos una década, si no me engañaba mi memoria. Al mirarlo a contraluz por el dorso, se descubrían tímidamente los últimos dígitos de la fecha: 07. ¡Era del 2007! Doce años habían pasado. ¿Quién llevaba en el bolsillo un billete de doce años y lo descartaba o se le caía sin querer?
            La obsesión por el tema me había hecho olvidar que debía ir a trabajar, y que ya estaba demorado: desconfigurada la fecha del teléfono celular, la alarma nunca sonó. Solo pensaba en cómo saber quién era el dueño de aquel documento histórico, tan pequeño y banal, pero para mí de vital importancia.
            Guardado el hallazgo en el bolsillo derecho del buzo, me dispuse a buscar alguna cámara que enfocara la zona, con la esperanza de poder captar la escena precisa en o la que pudiera identificar al responsable de tan “trágico” descuido. Sabía que a veinte metros de allí había un edificio nuevo con toda la tecnología en seguridad que podía soñar un habitante de toda ciudad-selva del siglo XXI.
            Reactivando mis piernas luego del repentino parate, y sintiendo un peso mayor por la nueva carga, acorté la distancia que me separaba de la solución de mi investigación. ¿Un baldío? ¿En qué momento habían demolido el reciente edificio y con qué sentido? Sabía que la crisis inmobiliaria era fuerte pero no tanto como para llegar al extremo de empezar a tirar abajo las construcciones nuevas… No podía ser. Quizás, por la emoción del descubrimiento, había perdido noción del espacio. ¿O del tiempo?
            Lentamente empecé a sentirme mareado, quizás el hecho de casi no haber desayunado por quedarme dormido había producido un descenso de presión, un inicio de lipotimia. Caminé hasta la esquina, de regreso a mi departamento, para comprobar que la pizzería que había abierto hacía dos años estuviera en su lugar. Una imprenta…La imprenta de los hermanos Ramírez que en el 2016 tuvieron que vender para viajar a Italia, tras la muerte de su padre.
            Me palpé el bolsillo. Tenía que comprobar que el boleto seguía allí. Que no era una invención de mi adormilado cerebro. Efectivamente, saqué el papel y nuevamente lo miré a contraluz, con la complicidad del viento que obligó a unas nubes pasajeras a despejar un fino rayo de sol otoñal. 12/04/07. Casualidad o no, la fecha coincidía con la de ayer, pero de hace doce años. Podría ser de ayer, pensé. Parece de ayer, me dije algo asustado. ¿Será de ayer? ¿Puedo haber viajado en el tiempo sin darme cuenta?
            La desesperación superó a la debilidad que antes creía sentir y, derribando transeúntes y mascotas, corrí a comprobar en qué año me encontraba. Llegué a mi edificio. El encargado era otro, uno que no había conocido. ¿O era nuevo? La llave tampoco encajaba. Ninguna de las tres que tenía el llavero… ¿pero no es mi llavero con el destapador de botellas que descarté por ser tan molesto?
            Las doce cuadras que me separaban de la casa de mis padres, de la casa de mi infancia, pasaron en un suspiro. Me veía abrir la puerta de entrada, avanzar por el comedor, reflejándome en un gran espejo que cubría toda la pared derecha,  alcanzar la cocina y oír una voz de mujer: -¿Qué pasó que volviste? Dale que vas a llegar tarde al Conservatorio que hoy tenés examen…
            -Nada má, me olvidé las monedas para el colectivo… ¿en qué año estamos? -pregunté, y tiré el boleto a la basura.

Marcos Fernández y Parral

HISTORIA DEL CINE, PRIMERA ENTREGA DEL TRABAJO FINAL


LOS INICIOS DEL CINE Y EL LENGUAJE CINEMATOGRÁFICO

• Elija un corto de los hermanos Lumière y destaque –con la justificación correspondiente– algún aspecto relevante de su contenido para la historia del cine. Imagine luego en ese mismo corto algún posible movimiento de cámara. ¿Qué se podría haber logrado o mostrado con dicho movimiento? Justifique su explicación. • Seleccione dos planos cortos (detalle, primer plano o medio) y dos planos largos (americano, entero o general) del cortometraje Viaje a la Luna (A Trip to the Moon, 1902, G. Méliès) y explique la importancia narrativa de cada uno de ellos. • ¿Qué se logra en un filme a través del montaje? Seleccione dos ejemplos de montaje por corte directo de Asalto y robo en un tren (The Great Train Robbery, 1903, E. Porter) y otros dos de montaje alterno de Problemas de un marido separado (Troubles of a Grass Widower, 1908, M. Linder) y en cada caso aclare su importancia para el avance argumental de la historia. El desarrollo de esta primera entrega se envía desde el lunes 15/4 hasta el viernes 26/4 inclusive por correo electrónico: pflaviodiego@hotmail.com