Nombre: Rodriguez, María Florencia.
DNI:
34927952
Materia:
Narrativa universal / TP N°1
Violencia doméstica
¿Cómo medimos la violencia? O mejor dicho ¿Cómo
vemos la violencia? ¿En verdad la vemos? ¿Hay “violencia” y “violencia”?Podemos
teorizar, por ejemplo, que la violencia es algo que viene a irrumpir el ritmo habitual
de las cosas. Si uno quiere cambiar el orden ¿natural? de dichas cosas, ese
acto es tomado como violento. Por ejemplo, solemos pensar que en la escuela
nuestros hijos están a salvo y nada les pasará (sería lo esperable, lo normal)
pero veinte chicos muertos en una masacre escolar a mano de un adolescente
armado es tomado por un acto violento. El secuestro de niñas nigerianas para
ser vendidas en la esclavitud es violencia. Una anciana durmiendo en la calle
es violencia. Un pibe cartoneando a sol y sombra con su padre también es
considerado violencia. Pero ¿es realmente violencia o es lo que nos hacen creer
que es violencia? Zizek (2008) en su obra Sobre
la violenciaa lo largo del primer capítulonos
pide, a nosotros lectores, que no miremos esa violencia excesiva inherente al
capitalismo que crea de manera automática individuos desechables y excluidos,
desde los sin techo hasta los desempleados. No, él nos pide otra cosa. Nos
interpela y nos insta a resistirnos a la fascinación de la violencia subjetiva,
violencia ejercida por los agentes sociales, por los individuos malvados, por
los aparatos represivos y las multitudes fanáticas. La violencia fetiche,
aquella que vende en los medios masivos de comunicación y en las redes
sociales, el horror sobrecogedor de los actos violentos y la empatía con las víctimas
funcionan sin excepción como un señuelo que nos impide pensar. Pero ¿Cómo poner
esto en práctica al analizar la película Zona
Sur justamente desde su lado violento?
¿Y qué pasa cuando no notamos que algo es violento? Teniendo
en cuenta lo explicado anteriormente, he decidido inclinarme a analizar la
violencia objetiva, aquella que es invisible a simple vista.En mi opinión creo
que la violencia invisible es la más peligrosa por ser la que está aceptada
socialmente.
Empecemos por lo que más ruido me ha hecho a mí: la
mirada del director puesta solo y únicamente en la figura materna. Los
diálogos, las relaciones familiares, lo que hacen y dejan de hacer los
empleados, todo gira en torno a Carola…y no justamente como una matriarca
empoderada. Ella es una mujer divorciada que se ha quedado a cargo de la casa y
sus hijos. ¿El padre? bien gracias. Solo aparece nombrado una única vez y es
cuando Carola le advierte a su hijo menor que él ya sabe que puede llamarlo
cuando quiera. Ahora bien, ¿Por qué el director, Juan Carlos Valdivia, ha
decidido contar una historia familiar a través de la mujer? Porque es lo
esperable, lo usual. La representación mental a grandes rasgos que uno tiene
sobre la mujer es quese debe a la domesticidad. Y no lo culpo, años y años de
patriarcado han hecho de esto una convención social. Una película contada a la
inversa seguramente hubiera puesto a la mujer en el lugar de la desalmada que
se va de casa y abandona a sus hijos o bien, la pueden dar por muerta y pobre
padre viudo, él solo contra el mundo. Pero no quiero que este trabajo se
convierta en un manifiesto feminista (¿O sí?), sino que quiero mostrar cómo la
mirada puesta en la mujer en esta película funciona como un acto de violencia
normalizada.
Para empezar veamos el términodomesticidad.Este concepto es trabajado por la socióloga e
investigadora española Soledad Murillo. Ella en El mito de la vida privada explica que la domesticidad está sujeta
a la esfera privada (la casa y la familia) y atañe, en concreto, a las mujeres.
Murillo (1996) afirma en pocas palabras que el espacio privado muchas veces es
confundido y reducido a un conjunto de prácticas efectivas y materiales
orientadas al cuidado y atención de los otros, llegando a ocupar la totalidad
del tiempo libre disponible por las mujeres. Siempre se ha hablado de la
oposición esfera pública/laboral – privada/domestica, y si bien las
características del espacio público están en mayor o menor medida claras, al
espacio privado se le atribuyen connotaciones diametralmente opuestas. Para el
hombre este espacio privado tiene que ver con el momento de descansar, entregarse
a sus hobbies o dedicarse a profundizar sus estudios para completar su formación.
Sin embargo para la mujer, este espacio privado significa entregarse a los
demás para satisfacer sus necesidades y solucionar sus problemas. Pensemos que
los primeros trabajos socialmente aceptados para la mujer fueron la enfermería
y la docencia, dos extensiones de esta domesticidad.
Retomando, habíamos dicho que Carola se separa y
queda sola a cargo de sus hijos. Pues bien, ¿qué pasa con ella a lo largo de la
historia? Ya desde el comienzo podemos ver como ella le exige una cierta
feminidad a su hija. La obliga a seguir una dieta en contra su voluntad o no
conseguirá novio. Sin ir más lejos, hay una escena donde la hija se está
preparando para salir a pasear con amigos, Carola le pregunta porque va a salir
vestida de esa forma (de pantalón y remera) y alega que usando esa ropa los
hombres le van a perder el respeto y que le falta glamour (sic). Más adelante en
otra escena (43:20) se la puede ver a Carola recibiendo una llamada telefónica,su
semblante parece cambiar y acto seguido llama
a los gritos a su hijo mayor. Él había perdido un auto apostando en una partida
de póker. Ella se para y le grita “eres un maricón, ahora vas a arreglar las
cosas como macho” (que es lo que después él le repite su hermano menor
pidiéndole que deje de estar en la cocina junto a los criados y que mejor se
dedique a jugar al fútbol. Pide que “dejen de estropearlo que se va a volver
maricón”). Pero el reto termina ahí, pareciera superfluo.Él le masajea los pies
y ella opta por perdonarlo. Aquí volvemos a ver el mandato patriarcal, la mujer
cede, debe ceder, frente al hombre. Pensemos que perdió un auto y que a su hija
por mucho menos (o no tan menos, solo por ser mujer) la vive retando por la
ropa que usa y la comida que ingiere.
Hay una domesticidad bien marcada, la mujer debe
vivir por y para el hombre, no importa que sea su esposo o sus hijos. Se
aprecia una verdadera desigualdad en el trato hacia con ellos. Patricio (el
mayor) tiene auto propio y está estipulado que se vaya a España a estudiar
abogacía. A Andrés (el menor) todo lo perdona, es su príncipe azul, su niño
mimado y hasta duermen juntos. En cambio con Bernarda (su hija) las cosas son
distintas. En ella están puestas todas las frustraciones de su madre. Que si
come y engorda, que si no es muy femenina, que si no usa falda para salir los
chicos no la van a respetar como mujer, que no usa tacones, etc. Todas
exigencias que parecen salidas del manual de la Guía de la buena esposa.
Sigamos avanzando. A lo largo de la película hay dos
escenas que me han llamado fuertemente la atención. Una es la escena donde
Carola ve a su hija abrazada a su amiga y otra queserá analizada más adelante.
En esta escena de la hija (51:30) Bernarda le reprocha a su madre“¿qué pasa, te
molesta que sea lesbiana?” A lo que Carola le responde “¡ay, la honestidad otra
vez!”.
Ella piensa que es una etapa de su hija nomás, un capricho adolescente.Y sigue:
“si te empeñas en tener amigas así por lo menos que sean de nuestra clase” le
dice. La hija le pregunta que así cómo y Carola le dice que “critica tu estilo
de vida, critica todo, es una acomplejada” (dando a entender cómo los clase
baja critican siempre a los que más tienen. Recordemos que la novia pertenece a
una clase social inferior y viene del barrio de Miraflores, el cual es totalmente
opuesto al barrio Zona Sur donde viven ellos). La hija le dice que no sea racista.
Carola le responde si cree que en este país se puede ser racista. La hija se
corrige y le dice “clasista, entonces”. Carola, frente a esta corrección, le
dice que la chola es una “señorona con clase” y que su novia (Érica) es una
birlocha (¿?). Carola no tiene problema con las cholas y las elogia porque sabe
que no son una amenaza a su clase, que nunca se van a cruzar, que el statu quo
se mantendrá.Aquí me gustaría hacer un parate. Si bien en la película hay
muchos diálogos y escenas donde se visualiza esta dicotomía de clases
alta/baja, en mi criterio eso entraría en la parte de la violencia visible y mi
trabajo es hablar de aquella que es invisible, pero nos sirve para pensar cómo
aquí los términos “clasista” y “racista” se con-funden es un mismo significado.
En otra escena (1:03:00) viene la hermana de Carola
de visita a la casa. Cabe destacar que todo sucede dentro de la esfera hogareña,
nosotros como espectadores solo vemos entrar y salir gente de la casa. Hay un
único momento donde esta unidad de lugar se rompe y es cuando Wilson debe irse
al entierro de su hijo. Observamos aCarola vestirse para irse a cenar con
amigos y reuniones de trabajo, pero nunca la vemos abandonar la casa per se. He
aquí nuevamente la domesticidad que se nos enseña a lo largo de la película. La
mujer recluida al ámbito privado, con el mayordomo y su hijo menor hasta
eligiendo por ella los atuendos y carteras que usa. ¿Será está una la lectura crítica
hacia el rol de la mujer por parte del director o es un mero reflejo de su
educación patriarcal? Pareciera ser el huevo o la gallina. Habría que
preguntárselo a él.
Volviendo a la visita de la hermana. Ellas se
encuentran en el patio dedicándose a la jardinería, mientras charlan sobre los
hijos y los maridos. Se puede ver (¡oh la ironía!, empecé el trabajo hablando
sobre la violencia que no se percibe a simple vista y ahora uso el verbo “ver”
como si todos se percataran de ello) una violencia patriarcal que relega a la
mujer a la domesticidad: dos señoras que en su tiempo libre se dedican al
arreglo de su casa y a preocuparse por sus familia. En esta escena comentan que
lo peor que les ha pasado a las mujeres es la liberación femenina (sic) “ahora
las chicas son esclavas del alcohol, de las drogas, del sexo. Todo lo que hace
a los hombres débiles” le dice Carola a su hermana, entendiendo que esas
“actividades” son exclusivas de los hombres y que las mujeres al ponerlas en
práctica hacen que los hombres parezcan menos hombres al perder la exclusividad
de sus vicios y las mujeres menos mujeres al no dedicar su tiempo libre al
cuidado de la familia.Cabe destacar que unos minutos antes la hermana le
preguntaba por qué no conseguía una nueva pareja, a lo que Carola le responde
que ya estaba grande para eso, que así estaba bien y que estaba enamorada de
Patricio, su hijo mayor.
La otra escena que quería remarcar sucede en el
minuto 47:30 y es cuando las dos nueras se encuentran en la casa despotricando
contra su suegra. Dicen estarcansadas de Carola, que en todo se mete, que
compra solo sábanas blancas para su hijo, que le perfuma los calzones y que
hasta es la encargada de conseguirle los condones.Érica (recordemos que es la
novia de Bernarda) se resigna y se pregunta qué le van a hacer que “así es el
matriarcado boliviano”. Pero no un matriarcado entendido como una revelación de
la mujer hacia el patriarcado dominante. No. Es un matriarcado si se quiere
hasta irónico, como entendiendo que la mujer solo pisa fuerte dentro del ámbito
privado.
En resumidas cuentas, con el personaje de Carola sepone
en evidencia el rol masculino y su apropiación del mundo de lo público,
quedando la mujer relegadaal ámbito privado del hogar y donde lo emocional, sus
propias emociones, pasana un plano inferior, subyugado.Me gustaría remarcar que
a lo largo de la película no hay lugar para las emociones de ella. O mejor
dicho, sí lo hay pero solo para aquellas que derivan de la crianza de sus
hijos. Si se enfada es por algo que ellos hicieron, si regaña es porque no
cumplen las expectativas del mundo patriarcal y es ahí donde reside esta
violencia invisible, objetiva. Que a lo largo de casi dos horas donde se nos
relatan las internas de una familia desbordada por el caos, no haya un solo
minuto donde podamos ver las preocupaciones genuinas de Carola, eso es
violencia. Parafraseando a Zizek: si Carola tiene exigencias y expectativas con
y para sus hijos, provocando roces y enfrentamientos, no es culpa de ella sino
del mundo patriarcal en el que se crió que la hizo así.
En cuanto a la estética de la película y la frase
“el verdadero mensaje está en la forma” yo diría que la cámara tiene un papel
fundamental. Hay películas en donde la estética la da el vestuario y otras por
ejemplo donde las locaciones dan la nota de color, pero en esta la forma se da
en una cámara que se encuentra en eterno movimiento. No encontramos planos
fijos en ningún momento, lo que me hace pensar que el director nos presenta un
abanico de violencias diversas sin detenerse en ninguna en particular. Quizás
eso sea una analogía de los tiempos en lo que vivimos. Tiempos violentos si lo
hay, no quizás porque haya más violencia que en otras décadas o siglos, sino
que gracias a los medios audiovisuales y a las redes sociales estamos más
expuestos a ella. Y la sobre exposición genera apatía, desinterés, es por eso
que los noticieros deben mostrarnos escenas cada vez más violentas y cruentas
para llamar nuestra atención. Gracias a estos estímulos fuertes a los que
estamos expuestos todo el tiempo es que naturalizamos o quitamos importancia a
ciertos actos violentos que casi inconscientemente pasamos por alto. Creo que
la cámara en eterno movimiento es un reflejo de eso, de pasar por alto la
violencia cotidiana e invisibilizarla. ¿Qué es una familia discutiendo más que
una simple familia conviviendo? Y no lo podemos negar, la monotonía generada
por esta forma de presentar los planos no hizo otra cosa que dejarnos
expectantes a ese momento de irrupción, de extrema violencia morbosa que todos
nos temíamos pero que el final no sucedió: la del Andresito subido al techo con
sus alas de ángel tirándose al vacío.
Bibliografía
-
Juan Carlos Valdivia (2009). Zona Sur. Bolivia: Cinenómada.
-
Murillo, S. (1996). El mito de la vida privada. De la entrega del tiempo propio.
Madrid: Siglo XXI.
-
Zizek, S., (2008). Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales. Barcelona, España:
Ed Paidós.
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La narrativa en la obra
escrita y a través de los canales expresivos audiovisuales
Instituto de Enseñanza
Superior N° 2 “Mariano Acosta”
Narrativa I - Trabajo práctico N° 1
Profesor: Hernán
Ocantos
Alumno: Néstor
Mascaro
Cuatrimestre: Primero
Año: 2019
a) ¿De qué modo(s)
aparece representada la violencia en la película de Valdivia?
A
veces pienso que esa gente tan cool
No
tiene chispa para conquistar,
Si
sus monedas lo pueden comprar,
Ellos
se olvidan de lo artesanal.
(Viejas
Locas – Lo artesanal)
No
resulta para nada difícil encontrar situaciones violentas en la película de
Valdivia, lo que sí quizá puede ser un desafío es ordenar y enumerar todas estas
sin dejar afuera ninguna o sin dejar de tener en cuenta aspectos violentos que
son menos identificables producto de la naturalización que gozan en casi todos los países de
Latinoamérica y en gran parte del mundo.
Claramente
el film busca evidenciar el
hostigamiento que sufre el sector más vulnerado de la sociedad boliviana
representada principalmente en la imagen de Wilson, el mayordomo, hay que tener
en cuenta que no sólo presenta una situación económica más que desfavorable,
sino que también es de descendencia originaria americana, como la mayoría del
país plurinacional; en este caso él es aimara y comienza la película entablando
la primera conversación en el idioma de su comunidad en la puerta de una casa
que ostenta un posicionamiento social más que acomodado, lo cual nos advierte
desde un comienzo la contraposición social que será denunciada en la hora y 50
de película.
La
violencia que han sufrido y sufren los originarios de las tierras que hoy
pertenecen a esta nación data por lo menos de cinco siglos atrás cuando comenzó
la conquista de las tierras americanas más al sur por parte de los
colonizadores ibéricos. Estos pueblos resistieron los embates imperialistas en
aquel entonces y lo siguen haciendo al día de hoy, el imperio se presenta con
un estandarte diferente que hace quinientos años, pero alza las mismas
banderas: la del dinero, el sometimiento y el poder.
Comenzaré
hablando de violencia esclavista que azotaba el norte del Virreinato del Río de
la Plata antes de la independencia y que hoy ha mutado en muchos aspectos, pero
sigue presente en incontables oportunidades en lo que respecta a relaciones de
trabajo. Desde el primer momento se ve a una familia comiendo absolutamente
despreocupada o más bien preocupada por asuntos de una clase pudiente, en
ningún momento se aprecia intención alguna en colaborar con la comida que están
disfrutando. Mientras discuten acerca de nimiedades, que trabajaré más
adelante, se puede ver al empleado de pie a un costado de la escena asistiendo
a estos burgueses que representan claramente una porción muy escasa de la
realidad boliviana. La violencia no se limita únicamente al “ninguneo” y el
trato que evidencia una diferenciación social, sino que está profundizado por
una serie de escenas en las cuales los miembros de esta oligárquica
familia se muestran cariñosos con los empleados queriendo mostrar un dejo de
humanidad en su arrogante posicionamiento jerárquico (es notorio que esta
organización familiar no cuenta con mascotas en su haber, deber ser en parte
por contar ya con empleados que parecen ocupar ambos roles para la madre y sus
hijos que lejos están de conmoverse por la diferencia que presentan ambas
realidades).
La
jardinera por su parte, tiene que lidiar con la falta de respeto hacia su
trabajo que implica el hecho de que los varones de la familia jueguen al fútbol
cerca de las plantas que ella estuvo arreglando, así como también el ser
menospreciada al pedir que la doña y su hija corran las reposeras en las que
descansan para ella poder finalizar su jornada laboral. Como si esto fuera
poco, la economía matriarcal no alcanza para pagarle al servicio doméstico y es
por esto que adeudan medio año de paga a Wilson, quien protesta en sólo una
escena, pero no se ve posibilitado de llevar adelante alguna clase de reclamo
con mayor seriedad.
Con
esto último reitero lo dicho al comienzo de este punto, la explotación laboral
que persiste hoy en día mucho tiene que ver con la mita[1] de
la era colonial, donde no sólo no existían los derechos de los trabajadores,
sino que también se los estafaba cotidianamente utilizando la fuerza que
implica la relación asimétrica de poder acompañada por la falta de recursos de estos
para poder obtener un asesoramiento o, en este siglo, una asistencia
legal.
Que los sectores más vulnerables de
la sociedad sean víctima de la violencia más cruda tanto física como
simbólicamente, no implica que sean los únicos receptores de esta. La relación
de poder patriarcal que sufre gran parte de las civilizaciones que habitan el
globo, se ve representada principalmente en la figura de Patricio, el hijo
mayor, príncipe heredero de esta dinastía paceña. A falta de un padre que ocupe
este rol vital en una familia tipo, la madre toma el lugar de regente mientras
su primogénito se prepara para la difícil tarea de encomendarse el sostén
económico de este grupo familiar. Pero, aunque el joven todavía sea
un patriarca en formación, ya tiene bien adquiridos varios hábitos
indispensables para demostrar su poderío en una sociedad falo céntrica. Por
empezar sabe cómo maltratar a sus empleados ya sea tornándose un estorbo en el
trabajo que estos realizan, ninguneándolos como he mencionado antes o
mandándolos a buscar a su pequeño hermano si este salió corriendo
producto del fastidio fraternal. Fastidio que no sólo implica el juego físico
fuerte que lo posiciona ventajosamente por tener el cuerpo de un adulto, sino
que claramente siente que está haciendo un bien al formar a su hermano como un
“macho”, intenta que desista en su anhelo de ser artista o lo ridiculiza por
ello, le dice en varias oportunidades a la madre que no lo haga “flojito” y lo
alienta a que coma con mucho locoto, ya que gastronómicamente también se puede
demostrar la rudeza y virilidad (o al menos eso parece).
El personaje interpretado por Juan
Pablo Koria, es obviamente un seductor bien acorde al prototipo de macho
latinoamericano. Haciendo suspirar a su novia con sus encantos disfraza de
amorosa a una situación más que violenta donde él decide cuándo tener sexo, la
obliga mediante artilugios verbales a que se filmen y como si fuera poco,
después la interroga y le pregunta en qué está pensando mientras intiman. Esta
actitud recrudece cuando le cuestiona la ropa con la que sale a la calle bajo
la frase “no me gusta que te vean las piernitas” o cuando habla con la madre
mientras en la televisión se proyecta la imagen antes mencionada de ellos dos,
demostrando de esta manera su desinterés por exponerse ante su madre y mucho
peor, por humillar a quien él llama su pareja.
Como no puede ser de otra manera,
Carola, la matriarca, reproduce esta división de roles propuesta por la
sociedad machista que impera en la alta alcurnia. Se calla cuando su hijo mayor
dice una “máxima” en la mesa, pero desprecia los conocimientos y la formación
de su hija, Bernarda, a quien le critica su manera de vestirse e intenta
fomentarle la “elegancia” y “el misterio” como valores femeninos. La primera
palabra es utilizada no solo para emplear violencia en materia de género sino
también en términos sociales, ya que denigra en más de una oportunidad la falta
de “elegancia” de las mujeres de su clase, pero también de las cholas (ya que,
al elogiar la imagen de una en particular, está manifestando que el resto de
las mujeres indígenas deberían imitarla).
Por
último el personaje de la Tía[2]
que aparece tomando el té con sus sobrinos y alentándolos a que dejen el
país en busca de un futuro mejor, no es nada más que una representación del
desprecio que siente la oligarquía latinoamericana por sus propios latifundios
y las personas que lo habitan. Misma actitud absolutamente carente de
patriotismo que pudimos y podemos observar al día de hoy entre los grandes
“dueños” de nuestro país.
Por
lo tanto, en Zona Sur la violencia
que prima es la marcada por la diferenciación social que produce la distinción
de clases, y el director Juan Carlos Valdivia se encarga
de mostrar las variadas aristas que tiene esta forma de sometimiento a los más
débiles que el mundo optó por llamar “capitalismo”.
b) Una vieja máxima vinculada tanto a la
política como al arte literario/cinematográfico reza que: “el verdadero mensaje
está en la forma”. Asociar esta afirmación con la película referida.
La calle te lo recordará
para mí la calle es un espejo, nena
en el que nos podemos ver.
No te quedes encerrada en tu casa, nena
jamás te vas a conocer...
(Los Gardelitos – La calle es un espejo)
Desde lo estético la
película tiene una manera muy interesante de narrarnos la historia tomando como
recursos algunos detalles que, si miramos con detenimiento, no se tratan de
meros elementos decorativos. Muchas escenas nos cuentan la historia a través de
un espejo (o de varios); momentos como el antes mencionado del almuerzo en casa
de Carola, realizan un paneo de la mesa familiar mientras de fondo puede verse
en el reflejo a Wilson parado esperando a recibir alguna clase de instrucción
mientras los comensales dialogan durante la comida.
El espejo es por definición una
superficie que permite reflejar la luz o una imagen de los objetivos que tiene
delante, pero en esta historia los espejos cumplen un rol de mayor reflexión,
ya que devuelven una realidad social. Más o menos por el minuto diez, puede
verse a Wilson asistiendo a su patrona mientras esta se acicala para una reunión
con el embajador, pero si prestamos atención a la pared del fondo, allí podemos
ver dos espejos posicionados uno por encima del otro, en aquel de menor altura
vemos la imagen del mayordomo y, por supuesto, en el que tiene una posición más
elevada vemos a Carola, que además está rodeada de unos rayos que dan la
impresión de algo parecido al Sol; es bueno recordar que este es un símbolo que
ha sido vinculado con la realeza en un sinnúmero de oportunidades, no está de
más recordar que Louis XIV de Francia se hacía llamar a sí mismo “El Rey Sol”.
Aquí podemos ver como la estética narrativa nos proporciona un reflejo de la
desigualdad social que vive un país como Bolivia no sólo en términos económicos
sino clasistas. Así mismo podemos también mencionar la falta de equidad en
términos de oportunidades, ya que Wilson para saber qué se siente ocupar el
lugar de reina utiliza a escondidas el baño, las cremas y las toallas de su
jefa y se mira en el espejo con forma de sol, para por un momento cumplir la
fantasía de ocupar otro lugar en la distribución de roles.
El mensaje queda más que claro en
las reiteradas oportunidades en que la familia, como dije en el punto 1, se
muestra amena y hasta amorosa con sus empleados, pero en una posición casi cínica,
que resulta muy poco creíble a los hechos prácticos. El estilo de vida
“elevado” que llevan adelante y ostentan constantemente delante de sus
empleados es una clara demostración del racismo social que ejerce esta gente
sobre los trabajadores en general. Pero la “careta se cae” cuando llegadas
situaciones límite, como no tener dinero para comprar pan, los desagravios
recaen en la supuesta inoperancia del empleado que debe hacerse cargo de la
inconsistencia económica de su jefa para poder comprar víveres.
Continuando con esta repartición de
tareas y lugares en una sociedad, aparece Andresito, el niño menor de Carola,
quien desde su inocencia pregunta recurrentemente a los trabajadores qué
querían ser de grandes cuando aún eran niños. En las respuestas de estos no sorprende
la falta de ambición que sí podría aparecer si se realiza la misma pregunta a
una persona de mayor poder adquisitivo, es decir: los pobres desean ser
panaderos o soldados y los sueños de ser estrellas de fútbol o astronautas los
dejamos para quienes tienen todos los días un plato de comida en la mesa. Pero
volviendo a cómo se cuenta esta historia, vale mencionar que en una escena
Andresito efectúa esta pregunta en la cocina mientras sus empleados trabajan, y
al moverse el niño queda enmarcado tras una copa de cristal que agranda
notoriamente su imagen haciéndolo parecer de mayor tamaño que su interlocutor,
es decir que una vez más el recurso del reflejo aparece para evidenciar una
situación que no recae únicamente en lo físico.
En el mismo espacio físico también
ocurre una de las primeras escenas cuando Patricio abraza por detrás a su
mayordomo mientras le dice “nadie te va a querer como nosotros”, palabras que
me permito poner en duda si tenemos en cuenta que no lo está dejando trabajar
con comodidad y que encima desconoce las indicaciones que le da acerca de los
vinos que son para la cena, su lugar hegemónico claramente desentiende esto y
toma uno igual sin reparar por un segundo en quién él dice querer. Aquí
volvemos a ver un claro ejemplo de dichos son claramente vacíos que transmiten
un mensaje mucho más profundo, y violento como trabajé en el punto
anterior.
Es al final, cuando Wilson
“secuestra” al niño menor de la familia, que se muestra por primera vez un
paisaje fuera del ámbito urbano como puede ser la ciudad de La Paz. Allí
podemos ver a los descendientes de pueblos originarios americanos compartiendo
un momento en medio de los imponentes paisajes que tiene el país andino para
ofrecer. Esta es una buena forma de demostrar un vínculo con la naturaleza que
no gozan familias como las de Carola, ocupadas en la estética, la imagen y la
elegancia que van variando según la última publicación de la revista Cosmopolitan, pero que en definitiva se
olvidan de “lo artesanal”.
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NOTAS SOBRE LA VIOLENCIA EN ZONA SUR (2009, Dir: Juan Carlos
Valdivia)
WALTER VIEGAS
b) Ojo de pez al inicio. Cámara en giro de 360 grados. Panóptico
(Foucault). Todo se observa, nada puede pasar desapercibido. La cámara va a
verlo. Los objetivos disciplinares de la vigilancia sobre las acciones y los
cuerpos son en sí mismos un modo de violencia.
También hay algunos paneos hacia arriba. La cámara debe estar en
constante movimiento allí en donde algo acontece. Solo hay corte directo en
esos momentos oníricos en que el niño y la madre juegan sus juegos.
a) Los siervos hablan alguna lengua indígena que desconozco (aimará
o quechua, tal vez). Los ricos utilizan expresiones argentinas (vos, boludo).
Los viajes les dieron lustre. Traen el dialecto de la ciudad americana más
europea (y costosa), Buenos Aires. Los siervos, en cambio, usan la lengua
ancestral, autóctona. No es un choque de culturas ni de clases sociales. Es una
guerra: los ricos exhiben su soberbia cosmopolita porque pueden, mientras que los siervos declaran su
autonomía cultural. Al final, ninguno de los bandos forma parte de aquello que
despliega. Ni los ricos son europeos ni los siervos gozan de su estirpe
precolombina. La guerra está perdida para ambos. La guerra, otro de los modos
en que se manifiesta la violencia.
A la señora no le gusta que esté todo en la mesa. De ese modo tiene
motivos para pedirle al siervo que vaya a la cocina mil veces para traer cosas.
Ella manda. Ella ordena. Ella tiene el poder. Sobre lo único que no tiene poder
es sobre su niño. El niño se la pasa metido en la cocina y los siervos son su
familia real.
“Mamá, te has olvidado de comprarme condones”, clama el hijo mayor.
La señora controla la sexualidad de su progenie. Ella caga con el siervo en su
baño junto a ella. Con ese acto exhibicionista lo destituye: no es un hombre ni
representa un peligro. Puede tenerlo frente a ella en la situación más abyecta.
Es dueña de lo que designan “matriarcado boliviano” en un momento de la
película. La mujer no le da entidad al hombre. Sin embargo, a su ex-marido le
debe todo (la casa, el auto, los viajes). Ella domina porque es dominada por el
poder económico. Esa es su venganza; dominar a los hombres que dependen de ella
económicamente. La mentira machista en la que vive es otra forma en las que
aparece la violencia.
En este mismo orden de cosas, no le paga al siervo durante seis
meses. Pero gasta en sábanas carísimas porque no le gusta la vulgaridad.
El niño vuela como un ángel.
Cuando la señora desea convencer a su hija lesbiana de que se maquille,
dice: “Quinientos años de dominación y nadie pudo cambiar el modo de vestir.
Eso es glamour.”. El glamour es la condena femenina. La heteronormatividad es
mucha más antigua que la conquista de América (esos quinientos años a los que
hace referencia). La mujer actúa su género maquillándose y vistiéndose como
mujer (teoría de la performance, Judith Buttler). A ellas les toca repetir esa
actuación cuyo estreno tuvo lugar hace cinco siglos (y seguramente más). La
violencia de género es otro tipo de violencia.
El machismo como contracara. El hijo mayor, un pusilánime jugando a
ser hombre, le dice a su novia que no use esa faldita: “No quiero que te vean
las piernas”. La reproducción de los modos de dominación imprime su poder sobre
el cuerpo femenino. “Estás ultra-deli” (por deliciosa). El sexo como
ocio burgués. No hace falta explicar la violencia tácita en el modo de vida de
la burguesía.
El niño sigue en la cocina.
La fiesta de la Fundación de la Má. El smoking del siervo para
servir con elegancia.
Mientras la señora controla, los hijos demuestran verdadero afecto
hacia los siervos. Son una falsa familia. Los siervos representan la
posibilidad de un tipo de afecto real. Pero es mentira: el afecto se percibe
válido sólo si proviene de la propia clase social. La fantasía de un afecto
negado es otra de las formas en que aparece la violencia.
El niño pregunta a todos aquellos con los que se encuentra: “¿Qué
querías ser cuando eras niño?”.
Las lesbianas como reverso del matriarcado. Clasismo: la señora no
acepta a la novia de su hija; le parecería mejor si fuera como “nosotros”. La
novia es pobre y morena. Probablemente tenga sangre indígena. Aunque la mejor
amiga de la señora sea una chola. Y la hija lesbiana le hace notar a su madre,
la señora, sus privilegios. Queda todo en palabras. Nunca hay un reconocimiento
verdadero de dichos privilegios. Los privilegios se gozan, no se analizan. Otra
de las formas de violencia que aparecen en esta película: raza y clase son
fronteras. Y de las fronteras no se habla.
Recuerdo la dicotomía sarmientina “civilización y barbarie”. La
frontera como posibilidad de (des)encuentro con el otro. El rechazo, la
otredad, los límites de la identidad. A lo largo de toda la película se
articula esta dialéctica entre fronteras: sexo, clase, raza.
Cuando Marcelina, la sierva, viste ropas de trabajo se parece a una
niña, lleva vestido rosado, volados y trenzas. Cuando sale en su día libre se
viste de chola, mucho más suntuosa, lleva telas brillantes y un bombín
boliviano, que según leí online representa a las clases pudientes paceñas. La
simpleza de la palabra mujer parece nunca ajustarse del todo a ella, que
es niña o chola. Hay un orgullo de clase en la cholita que pudo comprar su
bombín con el dinero que obtiene de su esclavitud. El orgullo que impide ver la
dominación de la que son víctimas los siervos, otro modo de violencia.
El niño recibe dinero por sus dibujos. Aprende los pormenores del
mercantilismo.
Todos visten de blanco durante gran parte de la película. El blanco
es el color de los ociosos, que no se manchan pues no trabajan. El ocio es la
única manera de mantener ese color impoluto. La señora dice que trabaja pero
ante la cámara sólo observamos trabajar a los siervos. Ese símbolo clasista es
violento.
“Lo peor que nos puede pasar es la liberación femenina. Hoy para las
chicas todo es alcohol y sexo”, dice la señora cuando conversa con otra señora.
La reproducción de los prejuicios es lo peor que les puede pasar, en verdad.
El niño recorta papelitos de colores.
La señora no quiere resolver temas de dinero. El siervo tiene la
obligación de asistirla para pensar una manera de hallar moneda. La señora que
debe pagarle traslada la responsabilidad de proveer al que vende su fuerza de
trabajo por dinero. Se invierten los roles: cuando de dinero se trata, es
necesario un hombre. La señora no sabe de eso. Es su propio límite: la
heteronormatividad. El macho proveedor, la mujer a su servicio. Violento relato
tan anciano como la humanidad.
Marcelina, la sierva: “Me estás perjudicando, señora”, le dice
cuando no la deja trabajar. La señora toma sol, ociosa como siempre, mientras
la sierva no puede podar las plantas. La señora se interpone entre la sierva y
las plantas; no le permite SER si no la deja trabajar. El trabajo, clásica
expresión de la dominación capitalista, como sostén de la identidad. La
capitalista perjudica la identidad proletaria de la sierva. Otro tipo de
violencia.
El niño vuela por los techos.
Wilson usa el baño de la señora.
Wilson debe viajar a su pueblo.
Wilson no recibe permiso de la señora para partir.
Wilson se va igual.
Wilson perdió a su hijo, va al entierro.
Y lleva con él al niño rico que siempre está en la cocina
acompañándolo, el que juega al ángel, el que recorta papelitos, el que vuelan
en el viento, el que trepa techos para sentir el cielo.
Y lleva en el baúl del automóvil de la señora un cajoncito blanco
con el cuerpo de su hijo, el que ha muerto.
En el dolor, Wilson adquiere nombre y decisión: usa el baño de los
ricos, el automóvil de los ricos y lleva como reemplazo del hijo muerto al hijo
nacido de vientre rico. Usa el mundo del rico para despedir con honores a su
primogénito. El dolor es mejor con plata.
El niño falta de su casa un día entero y nadie lo nota. Existe algo
tal como los derechos de la infancia declarados por UNICEF. No estoy seguro de
que en esa familia alguien sepa si se respetan. Al darse cuenta de que Wilson
“se lo llevó”, la señora recrimina. “¿Así me lo pagas?”, dice la que debe
pagar. La señora lo abraza al escuchar a Wilson decir que su hijo Samuel ha
muerto. Ella, que hace planes de envejecer a su lado como una falsa pareja en
la que no hay sexo. Ella, que planea doblegarlo aún en la vejez, se conduele de
su pérdida.
Los varoncitos amigos del hijo mayor, niños ricos como él, son todos
tontos. Rien, gritonean, festejan sus últimos minutos de despreocupación
(pronto ocuparán el lugar de proveedores que se espera de ellos y serán
víctimas de la reproducción de un sistema agobiante del que no pueden escapar).
El patriarcado tiene una pobre excusa de continuidad en estos hijos sin
responsabilidades.
Llega la amiga chola de la señora a visitarla. Trae una valija
repleta de dólares para comprarle su casa. La clase inferior compra su ascenso
en efectivo. La señora ha demostrado ser insolvente. La dominación vuelve a ella nuevamente en
forma de moneda. Esta vez en la figura de la chola, o comadre como se
dicen entre ellas.
Ambas saben que esa equiparación es imposible. No son comadres
porque no son iguales. ¿Será una fantasía sostenida a fuerza de solidaridad de
género? Es improbable; quizás pura fayutería entre féminas. El
espectador sabe, además, que la señora desdeña la procedencia de su comadre,
pertenecen a mundos distintos. También intuye que la chola la desprecia y que
comprarle su mansión es un acto reivindicatorio. La violencia entre mujeres
como expresión del patriarcado: las excluidas luchan entre sí por un lugar
predominante dentro de la estructura machista de la que participan como meros
objetos.
Al final, el niño sobrevuela los tejados, imagina que huye en ese
vuelo, que la libertad es posible. Quizás las nuevas generaciones logren, como
dice Fanon, superar las contradicciones dialécticas de la dominación y
trascenderlas, con el objetivo de lograr la libertad y la igualdad.
NOTAS SOBRE LAS NOTAS:
El efecto más importante del panóptico es inducir en el detenido un
estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento
automático del poder, sin que ese poder se esté ejerciendo de manera efectiva
en cada momento, puesto que el prisionero no puede saber cuándo se le vigila y
cuándo no. El panóptico sirve también como laboratorio de técnicas para
modificar la conducta o reeducar a los individuos, por lo que no sólo es un
aparato de poder, sino también de saber.
FOUCAULT, Vigilar y Castigar, 1975
El relajamiento de la acción sobre el cuerpo del delincuente. Aunque
las nuevas penas (trabajos forzados, prisión...) también son “físicas”, el
cuerpo se toma en ellas como un medio para privar al delincuente de la
libertad. El objeto de la operación punitiva deja de ser fundamentalmente el
cuerpo y pasa a ser el alma. Deja de juzgarse simplemente un hecho delictivo
para pasar a juzgarse toda una serie de pasiones, instintos, anomalías,
inadaptaciones, etc. con las que se califica a los individuos, los
“delincuentes”, «no ya sobre lo que han hecho, sino sobre lo que son, serán y
pueden ser».
FOUCAULT, Vigilar y castigar, 1975
La violencia es el arma por excelencia del patriarcado. Ni la
religión, ni la educación, ni las leyes, ni las costumbres ni ningún otro
mecanismo habría conseguido la sumisión histórica de las mujeres si todo ello
no hubiese sido reforzado con violencia. La violencia ejercida contra las
mujeres por el hecho de serlo es una violencia instrumental, que tiene por
objetivo su control. No es una violencia pasional, ni sentimental, ni genética,
ni natural. La violencia de género es la máxima expresión del poder que los
varones tienen o pretenden mantener sobre las mujeres. Como dejó escrito Kate
Millett, igual que otras ideologías dominantes —el racismo o el colonialismo—,
la sociedad patriarcal ejercería un control insuficiente, e incluso ineficaz,
de no contar con el apoyo de la fuerza. Ésta no sólo constituye una medida de
emergencia, sino también un instrumento de intimidación constante.
NURIA VARELA, Cap. 10 LA VIOLENCIA - Los crímenes del patriarcado,
en Feminismo para principiantes, Ediciones B, 2008, Barcelona.
Fanon aporta una mirada desde la subjetividad del oprimido, El complejo
de inferioridad del colonizado tiene dos raíces: la económica y la
interiorización o “epidermización” de la inferioridad. El varón negro desea
blanquearse la piel y tener novia rubia. La mujer negra se plancha el pelo y
sueña con un varón blanco. Deben abordarse ambos aspectos o la liberación será
incompleta. Existe el riesgo de que la acción rebelde termine reproduciendo la
lógica colonial, siempre hay resentimiento en la reacción. Texto completo en: https://www.lahaine.org/bA7Q
FRANTZ FANON, Piel negra, máscaras blancas,
1952.
Diferencia entre poder y violencia: Mucho se ha escrito sobre la
noción de poder de Hannah Arendt destacando la contraposición entre su
conceptualización y la tradición del pensamiento político, que concibe al poder
como la "posibilidad de imponer en cada caso la propia voluntad al
comportamiento de los demás". Desde esta perspectiva, el poder es
entendido, entonces, como la capacidad de dominación del hombre sobre el hombre,
y en esto concuerdan, según Arendt, los pensadores políticos tanto de izquierda
como de derecha. En abierta oposición, Arendt entiende que el poder se
"corresponde a la capacidad humana no sólo de actuar sino de actuar en
concierto. El poder no es nunca una propiedad de un individuo; pertenece al
grupo y existe sólo mientras éste no se desintegra".
Ver HANNAH ARENDT
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Especialización de Nivel Superior
en la normativa en la obra escrita y a través de los canales expresivos
audiovisuales
Instituto de Enseñanza Superior n°2
Mariano Acosta
1° Cuatrimestre 2019
-Materia:
Narrativa Universal I | 1er Trabajo Práctico
-Profesor:
Hernán Ocantos
-Alumna:
Mariela Mitsuko Nerome
Consignas
a) ¿De qué modo(s) aparece
representada la violencia en la película “Zona Sur” de Juan Carlos Valdivia?
b) Una vieja máxima vinculada tanto a
la política como al arte literario/cinematográfico reza que: “el verdadero
mensaje está en la forma”. Asociar esta afirmación con la película referida.
a)
(a) “No
pongas la otra mejilla”
(b) “Si
la prensa calla, entonces que hablen las murallas”
(c)
“Ahora lo puedo ver”
(d) “Videla
no tiene entidad, no está vivo ni muerto”
Selección propia de graffitis
latinoamericanos
¿Por
qué comenzar el análisis de los modos en que aparece representada la violencia
en “Zona Sur” con una selección propia de graffitis latinoamericanos? Porque
considero que hay zonas comunes entre una representación y otra, y están dadas
en lo simbólico y lo sutil de esas representaciones.
En
el libro “Las paredes limpias no dicen nada” (1990) se sugiere que las paredes
hablan, y en este sentido, son los trazos, rasgos, superficies, texturas,
colores, imágenes las que buscan crear un efecto de realidad, un “dispositivo”
que nos pueda poner en contacto con el graffiti. Este dispositivo toma lugar en
“Zona Sur” a partir de las palabras dichas, tal como sostiene Arlt (1994): “Hay
algo más importante que el idioma, y son las cosas que se dicen”.
En
“Zona Sur”, uno de los modos en que aparece representada la violencia es en la
violencia simbólica que se encarna en el lenguaje y sus formas. Para Zizek este
es uno de los modos de violencia, dado que es en el lenguaje en que se impone
cierto universo de sentido.
En este marco, el autor nos recuerda que cuando
estamos mirando una escena de una turba furiosa, atacando y quemando edificios
y coches, linchando a gente, etc, no deberíamos olvidar ni quitar la mirada a
las pancartas que llevan y las palabras que sostienen y justifican estos actos.
Esta
violencia se distancia de la violencia subjetiva, la parte más visible del
“triunvirato” de la violencia (subjetiva, simbólica, objetiva). La violencia
subjetiva se atribuye a individuos concretos y sus intenciones “malvadas”, ahí
está el dedo acusador señalando firmemente, es la punta del iceberg, señalando
a un alguien concreto, identificable.
En
“Zona Sur” la violencia simbólica, los contornos de la violencia se manifiestan
en las palabras y las maneras de decirlas en el contexto dichas. Cuando Carola
en un almuerzo familiar le dice a su hija Bernarda “Para no ser víctima de las comidas ni presa de tus
deseos, tienes que aprender a controlar tu apetito” (10´:10´´), está dando
cuenta de un “mandato” de la feminidad que quiere imponerle a su hija a partir
de la palabra: “Pintate la boca” (28´:07´´), “Te pones la faldita” (29´:00´´).
En estas escenas también se ve cómo es partir de la palabra que se sostiene
esta violencia y se traduce en sometimiento (aunque no completo, no acabado):
Bernarda se pinta la boca para ir al cine, se pone la “faldita” rosa que Carola
le compró en Buenos Aires, pero esto no se traduce en que se internalicen estas
ideas de feminidad sólo por obedecer a su madre. Considero que acá también se
trazan las sutilezas que la película plantea respecto a la violencia: se ve, no
es imperceptible, pero no siempre es eficaz, instantánea ni certera.
En la relación entre Carola y Wilson se intersectan
distintos modos de violencia. Es en el baño de Carola donde se puede observar
esta intersección: Carola hace pis y luego sale a su encuentro Wilson y le
alcanza la toalla, el dentífrico y el cepillo de dientes (11´:48´´). No median
palabras, pero hay una violencia simbólica que abre un juego de preguntas.
¿Hasta qué punto hay violencia y hasta qué punto es el ejercicio del poder? Hay
un claro ejercicio de poder, un tema de clase (“señora” / “criado”) presente, violencia
no dicha. Esto se manifiesta en una escena más adelante en la que se ve que
Wilson se pone crema facial de Carola luego de darse una ducha en el baño de
ella (18´:40´´). Se esconde acá en este accionar otra violencia, no media
palabra, pero se circunscribe en dar vuelta el ejercicio del poder, hacerlo
circular (en tanto circulación y forma de círculo): es el “criado” quien sonríe
cuando se pone la crema de Carola, quien pisa su baño, usa sus toallas. Varias
escenas adelante, ya casi hacia el final de la película, y nuevamente en el
baño, Carola se da cuenta deque
Wilson ha usado su baño. Encuentra su calzoncillo (01:20´) y le comenta a
Bernarda: “Tiene su baño con agua caliente, su estufa, su cortina, su cable,
sus propias toallas, sus pantuflas, el mierda” (01:27´). En esta escena Carola
se legitima en su palabra, ella es la que le “provee” a Wilson su baño, su
“bienestar” y, sin embargo, “el mierda” así le devuelve su confianza, usando
“su” baño. Acá se intersectan las distintas formas de violencia: hay una
violencia simbólica manifestada en las palabras de Carola, pero hay una
violencia objetiva, sistémica, anónima que la atraviesa. Esta violencia es
producto del capitalismo y de las relaciones productivas en las que Carola es
la “señora” que tiene derecho a tener su baño y Wilson el “criado” que no tiene
que usarlo. Esto se vislumbra nuevamente en otra escena cuando Carola le ordena
a Wilson: “Vas a subir inmediatamente a mi ropero, sacas mi cartera y me vas a
recoger esa chaqueta ahorita” (24´:08´´). Wilson responde que sí, pero luego
vuelve y le pregunta a Carola que cuándo le va a pagar, que ya son seis meses
de atraso. Vuelve esta idea de clase de Carola de considerarse que, a pesar de
no cumplir con el derecho de Wilson de su pago salarial, ella aún puede ejercer
violencia al recordarle sus “obligaciones” de “criado”.
Hay un contrapunto en esta violencia y se encuentra
representado en Andresito y en la “inocencia” de la niñez. En una de las
primeras escenas, él dice: “Wilson me enseñó a hacer ají de fideo, todos
deberíamos comer lo mismo, así Wilson no tendría que hacer tantas cosas”
(10:50).
b)
"Yo nunca me metí en
política, siempre fui peronista"
Personaje “Mateo” en Novela “No habrá más penas ni
olvido” (Osvaldo Soriano, 1978)
Encuentro interesante poder abrir el análisis de la
frase “El verdadero mensaje está en la forma” con esta frase de Mateo en la
novela de Soriano ya que, si bien matizada y puesta en cuestión, la considero
una forma de expresar un período histórico de la Argentina de manera
contradictoria, pero a la vez concisa: pensarse peronista desde lo no político.
En este sentido, en “Zona Sur” se comunican mensajes a partir de la forma de la
contradicción y la negación.
“El verdadero mensaje está en la forma”: cómo se expresa el matriarcado boliviano en
los diálogos y lo no dicho. Patricio le comenta a su novia que su mamá no le
compró condones, y refuerza esta idea en un almuerzo familiar al decirle a su
madre sobre este olvido, sin ningún tipo de vergüenza ni disimulo. Por otra
parte, en la escena en la que Carola y su hermana están charlando en el jardín,
su hermana le dice: “Hemos criado una manga de inútiles, dependientes, engreídos.
Nos hemos equivocado: prioridad en los hijos, no en los maridos (01:04´).
Mientras están mirando la televisión, Andresito le pregunta a Carola: “¿Acaso
las telenovelas no son solo para las amas de casa”? y luego la indaga respecto
a por qué ella trabaja tantas horas (16´:40´´). En este marco, en la película
no aparecen las figuras masculinas como “padres” (a excepción de Wilson, que
Carola menciona que él tiene hijos), sino que estas figuras masculinas aparecen
desde la ausencia y el “abandono” sin distinción de clase: en Carola pero
también en Marcela (ayudante en la cocina con Wilson), cuando le cuenta a
Carola que se ha ido su marido.
“El verdadero mensaje está en la forma”: cómo se expresan los diferentes ritos en una
comunidad aborigen y en adolescentes de clase alta. La escena se desarrolla en
el mismo minuto. Por un lado, la cámara acompaña al círculo de personas que se
encuentran en el rito por la muerte del hijo de Wilson (de manera circular se muestra
como se comparten alimentos), mientras que luego la cámara acompaña al círculo
de amigos de Patricio tomando bebidas alcohólicas y haciendo chistes sobre
mujeres (01:31´).
“El
verdadero mensaje está en la forma”: cómo
se expresa la contradicción en la cuestión de las relaciones personales
y el ejercicio del poder a partir de la cuestión de clase. En esta
contradicción se puede ver también la sutileza que plantea la película respecto
a los bordes y fronteras que se plantean en esta contradicción. En la misma
escena, Carola y Marcela tienen una charla respecto sus maridos (Marcela le
confiesa que la ha abandonado, e incluso le pregunta a Carola si alguna vez su
marido la ha golpeado), Carola también le aconseja sobre los hombres (“Los
hombres siempre vuelven”). Sin embargo, luego, mientras Carola se encuentra
tomando sol en el jardín, Marcela le pide que se corra dado que tiene que regar
las plantas, y Carola le dice que es un “atrevimiento” que le hable de esa
manera (01:20´´). Hay una distancia impuesta en la que Carola vuelve a ser la
“señora”. Y sobrevuela la pregunta: ¿Se ha cerrado en algún momento esa
distancia, se han corrido realmente los bordes, sólo por tener ese momento de
infidencia respecto a sus respectivos maridos? Esta contradicción también se
expresa en la relación entre Carola y Wilson. En una de las escenas finales de
la película, Carola le grita a Wilson que por qué se fue en el auto y se llevó
a Andresito, Wilson le dice: “No me siga gritando”, y Carola le responde que es
“mi casa y voy a seguir gritándole”. En esta escena Wilson levanta la mano
(01:40´) y le confiesa que se ha muerto su hijo. Y en la escena siguiente
Wilson y Carola se abrazan. Acá hay un mensaje fuerte y una forma contundente
de expresarlo, nuevamente la contradicción entre lo personal y el poder
manifiesto en la cuestión de clase,ese abrazo entre ambos y la escena final de
la mesa familiar en la que se incluyen a Erika (pareja de Bernarda), Wilson y
Marcela. De trasfondo se abren interrogantes: ¿Se los incluye realmente? ¿Hasta
dónde? Hay una idea de límites, bordes, que se van acercando, pero no pasando
del todo. En este marco, se manifiesta la sutileza, tal como en el ejemplo de
Zizek respecto de la historia del trabajador sospechoso
de robar en el trabajo y que, cada tarde, cuando abandona la fábrica, los
vigilantes inspeccionan cuidadosamente la carretilla que empuja, pero nunca
encuentran nada. Finalmente, se descubre que lo que el trabajador se está
robando son las carretillas. En la película hay un guiño, una trampa, que
considero doble: por un lado, la sensación de estar mirando siempre cómo se
manifiesta el poder y la violencia en sus distintas maneras al interior de la
casa, pero, por otro lado, hacia el final las “carretillas” terminan siendo las
propias relaciones personales atravesadas por esas maneras de poder y modos de
violencia. En este marco, existir no es un dato objetivo, sino un trabajo
subjetivo (Lewkowicz, 2004).
Bibliografía consultada
§
Arlt, Roberto (1994).
“Aguafuertes porteñas: cultura y política”. Buenos Aires. Losada.
§
Kozak, Claudia; Istvan,
Floyd; Bombini, Gustavo (1990). “Las paredes limpias no dicen nada. Libro de
graffitis”. Buenos Aires. Coquena Grupo Editor.
§
Lewkowicz, Ignacio
(2004). “Pensar sin Estado. La subjetividad en la era de la fluidez”. Buenos
Aires. Paidós.
§ Zizek, Slavok (2008). “Sobre la violencia. Seis
reflexiones marginales”. Barcelona. Editorial Contexto Ideas.
------
Trabajo práctico Nº1 de Narrativa
Universal I (América)
a)
En la película Zona
Sur de Juan Carlos Valdivia, la violencia aparece representada de forma
simbólica, a través de la reproducción de roles de género y de posición social.
Según Pierre Bourdieu, este concepto de violencia se utiliza para describir la
relación social donde un dominador ejerce violencia de un modo indirecto y no
físico contra un dominado, el cual por inconsciencia de dichas prácticas en su
contra, es cómplice de la dominación a la que lo someten. En otras palabras, se
naturalizan comportamientos y valores arbitrarios por habitus[i].
En el relato de Valdivia, la gran dominadora es Carola, una
madre divorciada, que vive de apariencias y controla todo. En primer lugar,
condena constantemente el actuar de su hija, Bernarda, bajo ideas acerca de que
las mujeres deben moldear sus cuerpos, usar maquillaje, ser discretas y
estoicas; mientras celebra el comportamiento de “macho” que tiene su hijo,
Patricio, y le brinda todos los beneficios, desde pagarle estudios en el
exterior, servirle cuando no está Wilson, su empleado, y hasta comprarle los
preservativos para que tenga relaciones con su novia. Ella establece los roles
mediante sentencias binarias y arcaicas, por ejemplo:
Durante una comida familiar.
-
“Los hombres son sexys cuando tienen pancita.” (mientras insiste en que le sirvan un segundo plato de
fideos con ají y carne a Patricio).
-
“Para no ser víctima de la comida, ni presa de tus deseos,
tienes que aprender a controlar tu apetito.” (dirigiéndose
a Bernarda que según sus indicaciones debe comer una pequeña porción de pollo y
ensalada).
Hablando con la tía.
-
“El
otro día en una reunión de mujeres, hemos decidido que lo mejor sería buscar
nosotras una amiga para que los inicie sexualmente. Al principio yo también me
he quedado seca, pero después me puse a pensar y es así. ¿Con quiénes se
inician sino? O con una chiquita o con una puta, y después nunca salen del
trauma. (pensamiento sobre los varones).
-
“Lo peor que nos ha podido pasar es la liberación femenina,
hemos perdido el poder, la contención. Ahora las chicas son esclavas del
alcohol, de las drogas, del sexo, ¿no? Todo lo que hace a los hombres débiles.” (pensamiento sobre las mujeres).
No obstante, lo peor no es el personaje de Carola, sino que
su comportamiento lo imiten y compartan las personas de su entorno, debido a
que han naturalizado que las mujeres deben ser fuertes, mientras los hombres
pueden ser consentidos y flojos. Bien lo describe Erika, amiga de Bernarda,
cuando habla con Carolina, novia de Patricio: “Es el matriarcado boliviano… Son roles que todas vamos a desempeñar
algún día. Tú también. Tu vieja debe ser igualita… Andate acostumbrando,
futura, Carola”.
En algunas oportunidades Carola reprende a Patricio, como
cuando pierde el auto en una apuesta o cuando habla de que su hermana fuma
marihuana y le gustan las mujeres delante de su tía; pero el verdadero
inconveniente no es su comportamiento por ser derrochador o hablar de sexo y
drogas, sino que la familia está endeudada, el reproche es por las apariencias
y por quedar en evidencia frente a los demás.
Al mismo tiempo, que Carola trata de sostener una vida de
lujos que ya no puede llevar, ejerce una dominación casi feudal sobre sus
empleados, especialmente sobre Wilson, quien asume el papel y la posición que
le otorgan sin resistencia. Volviendo a la concepción de Bourdieu, se
interioriza la relación de poder y ambos individuos lo aceptan como normalidad.
De esta forma, se establece una sociedad con régimen de privilegios para unos a
costa de los derechos de otros. A tal punto la situación de abuso se torna tan
natural, que Carola le pide plata prestada a Wilson para reponer el auto que
Patricio perdió apostando, aunque le deba varios meses de sueldo; para ella es
impensado que su hijo no tenga un auto para transportarse y que su empleado de
ascendencia aimara no reciba su paga, es insignificante y no le genera culpa.
Ella está convencida que las cosas son como deben ser y lo resume bien en la
siguiente frase:
-
“Sí soy una controladora… A mí me ha costado mucho todo
esto., para que tengan lo que tienen y lo único que quiero es que no te
critiquen… Tú no quieres ser como yo, pero la familia y la Nación corren en tu
sangre, mientras más lo niegues, más lo estás acentuando. Tú eres originaria,
una originaria jailón[ii].” (dirigiéndose a Bernarda cuando le dice que se irá
Miraflores junto a Erika porque no es como ella ni Patricio).
Finalmente, Wilson casi no tiene replicas contra Carola,
está agobiado, pero es pasivo, parece que no tuviera sangre en las venas; hay
que entender que así funcionan los esquemas naturalizados en la historia de los
individuos, hasta que algo los quiebra y los hace reaccionar, como es el caso
de la muerte de su hijo.
b)
En la película Zona
Sur de Juan Carlos Valdivia la cámara se mueve en círculos, gira (casi)
constantemente sin planos fijos, generando una molestia en el espectador, quien
se debe esforzar para continuar en su asiento y entender este modo de reflejar
la realidad. La cámara gira y siempre que lo hace, lo hace hacia la derecha;
esto no es casual, cuanto más se examina la película, más certeza de que cada
elemento fue elegido por ser el más adecuado para transmitir su mensaje.
Si buscamos una sinopsis de la película, encontramos en
mayor o menor medida, que la historia narra cómo una familia boliviana de clase
alta sobrelleva sus conflictos internos mientras se dan los grandes cambios
sociales en su país; no obstante, la película es mucho más que eso, es
incomodidad, introspección y cambio de posiciones. La cámara no gira hacia la
izquierda, así como las agujas de un reloj no retroceden salvo que esté
descompuesto, porque más allá de las reflexiones que la obra de Valdivia deja sobre
el tapete, su intención esmostrar que el país debe avanzar hacia una unión
entre las personas, en la cual se respeten y se acepten con sus diferencias.
La película se estrenó pocos años después de que Evo Morales
asumiera como el primer presidente boliviano de ascendencia aimara, y se
iniciara un nuevo rumbo para ese complejo estado plurinacional. En palabras de
Valdivia: “Regresé a Bolivia hace 4 años,
lo que pasa en mi país es fascinante y quiero ser parte de lo que está pasando
y poner mi granito de arena.” Antes de las elecciones de 2005, la minoría
poseedora de los recursos económicos excluía de los derechos más básicos a los
pueblos originarios, que formaban la mayor parte de la población boliviana.
Zona Sur no tiene un tiempo determinado, pero se percibe que Bolivia
va camino a la transformación y es convincente al mostrar la brecha social
existente. Ésta la compone a través de sus montajes alternos, por ejemplo,
cuando Wilson sepulta a su hijo junto a la comunidad aimara en medio de un
paisaje desértico, mientras Patricio y sus amigos beben y hacen alboroto en el
jardín interno de la casa; nadie lo dice, pero se intuye que el niño ha muerto
por hambre o alguna enfermedad de la pobreza y la otra clase celebra sin
enterarse ni importarle. Del mismo modo, la brecha se construye en sus diálogos
y sus silencios, por ejemplo cuando Andrés le pregunta a Wilson que quisiera
ser y él le responde que le gusta su trabajo como si no tuviera derecho a hacer
otra cosa (no tiene posibilidad de formarse ni de estudiar), o cuando Wilson
sale de la ducha de Carola, se encrema la cara, se pone fijador (de la misma
forma que lo hizo en una escena anterior a Carola) y se contempla frente al espejo, es evidente
que desea otra realidad a la que no puede acceder.
Por otra parte, la película transcurre mayoritariamente en
ámbitos cerrados. Una casona y todos sus ambientes: el comedor, la cocina, los
dormitorios de todos los personajes que conviven en la casa, el baño en suite,
el vestidor, la casa del árbol; a veces los jardines, pero incluso estos están
cercados por la vegetación y unas rejas con candado. Hay hermetismo, personajes
arquetípicos, una madre controladora y ninguno puede escapar de su rol; esto se
refuerza cuando la cámara deja de girar y se aleja en diferentes circunstancias
de todos y cada uno de los personajes, exhibiendo su desesperanza. El único que
está más allá de todo, arriba en lo alto, en los techos, es Andrés, quien por
su juventud, aún no entiende de diferencias sociales y trata a todos por igual.
Zona Sur por analogía con la casa
invita a mirar hacia adentro, a mirarse en el espejo, a recapacitar sobre
nuestros roles en la sociedad.
Finalmente, recapitulando, el verdadero mensaje está en la
forma, en eso que Valdivia eligió mostrar y lo que no, en cómo quiso contarlo,
qué léxico utilizó, qué detalles destacó con su cámara circular y cómo presentó
a sus personajes; y un detalle no menor, es que en la mayoría de los países la
zona sur está relacionada con lo agreste, lo poco civilizado y la pobreza, pero
en La Paz la Zona Sur es una de las áreas más exclusivas y pudientes de la
ciudad. Valdivia fue engañoso o lo que quiso manifestar es que con o sin
recursos económicos, la Zona Sur es la más salvaje y pobre de humanidad.
Bibliografía:
[i]Esquema generativo conformado a lo largo de la historia de
cada sujeto que supone la incorporación de la estructura social.
[ii]Identifica a alguien de la alta sociedad, con mucho dinero, suele
tener una connotación negativa.
VERÓNICA FERNÁNDEZ